La corrección de la miopía, la hipermetropía o el astigmatismo mediante la técnica láser se viene realizando desde hace muchos años y realmente está ya muy consolidada. Aun así no deja de ser una cirugía. Con esto queremos decir que, como cualquier otra intervención quirúrgica, tiene sus riesgos y sus posibles complicaciones. Poco probables, pero existen. Decimos esto porque muchas veces se ha llegado a ver como una técnica casi milagrosa, muy rápida y que no entraña ningún peligro, ni necesita de ningún cuidado especial. Es cierto que, al tratarse de una técnica más superficial, implica menos riesgos, pero no está exenta de ellos al 100%. Para conseguir unos resultados óptimos es necesario seguir unas pautas pre y postoperatorias muy específicas. Veamos todas estas cuestiones con un poco más de detalle.
El láser para corregir defectos refractivos (miopía, hipermetropía y astigmatismo) se denomina láser de Excímer. No es más que una luz ultravioleta concentrada. Gracias a un sofisticado sistema se consigue focalizar esta luz en un punto muy concreto. Allí se genera una gran cantidad de calor, lo que permite realizar quemaduras muy precisas y controladas en forma de disparos. Cada quemadura se realiza en el punto exacto a una gran velocidad, consiguiendo remodelar la superficie de la córnea en pocos segundos. Con este pulido se logra corregir el defecto refractivo del paciente, es decir, eliminar su miopía, hipermetropía o astigmatismo.
Cabe remarcar que el láser de Excimer cuenta con un dispositivo de control capaz de seguir los movimientos del ojo -por pequeños que éstos sean- y disparar en la zona exacta con una precisión de micras. Gracias a este sistema el pulido sobre la cornea es extremadamente preciso para que los resultados visuales sean realmente excelentes.
Es mucho mayor el tiempo de preparación del instrumental y del propio paciente que el tiempo quirúrgico en si. El tratamiento láser dura apenas 10-20 segundos. Pero se opera cada ojo por separado y se necesita poner una serie de tallas, gotas anestésicas, esterilizar la zona alrededor del ojo, cubrir las pestañas, separar los párpados, etc. Todo esto lleva su tiempo, aunque no será más de 10 minutos por ojo. Por tanto, en cuestión de 15-20 minutos la intervención de los dos ojos habrá terminado.
Las primeras horas después de la intervención son las más delicadas. A pesar de que algunos pacientes notan enseguida una mejora en su visión, lo normal es que en un primer momento tengan dificultades para enfocar, les moleste la luz o tengan una visión borrosa.
Podrá volver a casa por su propio pie, pero es imprescindible que venga acompañado. Hay que tener en cuenta que el paciente no podrá conducir, puede sentir fotofobia (por lo que recomendamos el uso de gafas de sol) y sensación de arenilla en los ojos.
Ya al día siguiente el paciente notará un cambio radical en su visión, que aunque no será todavía del 100% le permitirá hacer una vida prácticamente normal.
Existen dos tipos de técnicas principalmente: el LASIK y la PRK. La elección de una técnica u otra dependerá de las características anatómicas del ojo del paciente y del criterio del oftalmólogo.
La diferencia radica en la superficie sobre la que se aplica el tratamiento láser. En la técnica LASIK se disecciona una fina lamela de córnea, denominada flap, para poder realizar los disparos del láser sobre la superficie resultante.
En cambio en la técnica PRK se retira el epítelio corneal, que es una fina capa situada en la parte superior de la córnea, mediante un suave raspado, y sobre ella se aplica el láser.
Tanto una técnica como la otra requieren de un tratamiento preoperatorio a base de gotas muy específico. Además, se han de realizar una serie de pruebas y cálculos biométricos previos para, entre otras cosas, poder decidir qué técnica es la más apropiada, calcular exactamente la graduación a corregir, etc.
Al tratarse de técnicas distintas, los cuidados postoperatorios también son diferentes. En el LASIK es muy importante que el flap cicatrice de manera adecuada. Para ello es imprescindible no tocarse ni frotarse los ojos durante como mínimo el primer mes tras la intervención. De lo contrario el flap podría desplazarse. Esto obligaría a reposicionarlo y volver a empezar con el proceso de cicatrización.
En la técnica PRK no hay peligro de desplazamiento del flap porque no existe. El principal inconveniente que presenta esta técnica es que al retirar todo el epitelio, queda una úlcera abierta que debe cicatrizar. Durante este tiempo el paciente puede experimentar cierto dolor y fluctuaciones en la visión. El proceso de cicatrización tarda unos 3 ó 4 días. Para disminuir al máximo la sensación de dolor se coloca una lente de contacto protectora y, además se receta una pauta medicamentosa específica.
Tanto una técnica como la otra corrigen el defecto refractivo del paciente de manera muy precisa. Como hemos dicho anteriormente la elección se debe a criterios médicos, que pueden venir condicionados por las características morfológicas del ojo del paciente.
Lo que sí que podemos afirmar con rotundidad es que tras realizarse el tratamiento el paciente no necesitará volver a hacer uso de sus gafas o lentillas nunca más y conseguirá una visión excelente.
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